Todos somos asesinos en potencia. El otro día una señora, alarmada por la situación del país, gritaba en la camioneta: ¡Jamás mataría a ningún ser vivo!, pasados dos minutos una mosca se postró en su brazo y la asesinó sin contemplación alguna. ¡ASESINA! le grité. Su mirada de asombro ante mi acusación valió la pena.
Un fin de semana, un padre jugaba con sus hijos, y surgió la reflexión del respeto por la vida y todas esas cosas que aguanta el papel y cualquier discurso barato. Al salir del parque el mismo padre pateaba a un perro que se le acerco a uno de sus hijos. ¡Hipócrita! le grité. Las mentadas de madre y demás descalificativos me los regaló como las nubes mojan las tierras en temporada de lluvia.
Entonces, no me hablen de asesinos buenos, malos e incomprendidos, todos somos asesinos en potencia.
Un fin de semana, un padre jugaba con sus hijos, y surgió la reflexión del respeto por la vida y todas esas cosas que aguanta el papel y cualquier discurso barato. Al salir del parque el mismo padre pateaba a un perro que se le acerco a uno de sus hijos. ¡Hipócrita! le grité. Las mentadas de madre y demás descalificativos me los regaló como las nubes mojan las tierras en temporada de lluvia.
Entonces, no me hablen de asesinos buenos, malos e incomprendidos, todos somos asesinos en potencia.
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