jueves, 9 de julio de 2015

Una hoja

Quiero que me destino sea otro,
el de un gato, 
no, ellos son dependientes del humano,
quizás un perro, 
no, ellos viven por los humanos aunque escupan las mieles de su cariño.

Mejor que mi destino sea el de una hoja seca, 
que al desprenderme del árbol pueda volar, 
controlada por las corrientes de aire, ¡pero volar!, En eso nos parecemos a los humanos, a trabajar toda la vida e intentar vivir en el retiro.

Siendo una hoja seca llegaré alto,  
como ninguna otra hoja sueña, 
porque las hojas también tenemos sueños. Ahora como hoja, sueño en poder ver a las personas en su caos, en su incapacidad de valorar la vida.

Espera... ¡caí en un río!, 
no se a que velocidad voy, 
lo que si sé es que este olor no es nada agradable.  

Como al ser una hoja no distingo el tiempo, 
supongo que pasaron horas hasta mi arribo a un pozo, 
que se seca por la bondad excesiva del sol. Ya sin agua y algo estropeada me levanta un fuerte viento. Y me levanto, planeo con la grandeza de un Cóndor,  
porque las hojas también planeamos. Se agota la fuerza de la brisa, estoy cayendo sin frenos,  y así llego a un techo.  ¡Es el techo de los lamentos de Agapito!, 
al estar inmóvil se que es ignorado por el mundo,
no puede con la carga de todas sus penas. 

Espera...  ¿qué haces aquí?
Si,  porque las hojas creemos que los humanos nos pueden escuchar,
¡Estás muy cerca del borde del techo carajito!, 
ni lo intentes,  
¿qué pasa,  no me escuchas?, 
¡no saltes muchacho!...
No es mucha la dicha de ser hoja. 
Agapito murió esa tarde y mi destino fue el de la materia descompuesta.

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