lunes, 18 de mayo de 2015

Los asesinatos de la indiferencia

Eran letras pequeñas. Letras confundidas de un alma en pena. Las mismas letras que hicieron surgir su llanto. Como brota el agua de una naciente en la montaña más alejada del mundo. ¡camina, respira, llora!.

Así pasaron tres años. Su cinturón se quedaba sin espacios disponibles para nuevos orificios. Pero no era un cinturón ordinario, era el cinturón que amarraba su corazón, pálido, reseco, maldito, muerto y desesperado, que se iba achicando, cual anciano con el paso de los años. ¡Es imposible, vive, no temas!.

Llegó el mensaje en medio de la batalla. Su pena era la de él. Era la defensa de todas las penas del mundo, porque llevar la carga de la humanidad perdida reduce las esperanzas de vida y condena cualquier forma de existencia. ¿Qué exagero?, ¡Mira los muertos!, ¡hombre mira las guerras!, ¡mira las plagas, no olvides los asesinatos de la indiferencia!.



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