sábado, 9 de mayo de 2015

¡Somos los mismos!

Venga señora, cuénteme su historia, dígame si es rosa el color de sus sueños o gris como el humo de un corazón consumido. ¡Señora no somos piedras!... 

Usted me ofrece harina precocida como historia de su vida, me ofrece una lata de atún como la verdad mejor dicha, relata usted como Homero sobre Zeus la hazaña de burlar colas en cualquier centro de distribución de alimentos, usted atesora productos como las galerías atesoran cuadros de Picasso. ¡Señora no le valgo!...

Señora, déjeme contarle una historia, algo corta por su poco interés en mi tonta nota. Un ser humano es feliz sin la lata del atún. Puede seguir soñando sin la obligación de comprar su curul. Somos piezas en un tablero de ajedrez, defina usted con cual se ve. Mire, las piezas participan todas en la partida, pero los peones definen si la victoria es merecida. ¡Señora observe mi rostro!...

Un encadenado no puede escupir a otro, el colmo de la miseria es que un encadenado oprima a un encadenado. La solución para la liberación y por la patria del peón y del esclavo, es un trabajo justo y mancomunado. La solución no es otra que reconocernos en nuestra justa medida y que seguimos juntos por los mismos caminos de Bolívar.¡Señora no me escupa el rostro!...

Recuerde señora, por más que engrose su cuenta y olvide nuestra historia, la sombra de la nube abandonará el suelo, y cuando llegue el sol, ¡Ay de cuando llegue el Sol!, quedará como el olvidado de la calle bajo el inclemente frío de la indiferencia. ¡Señora somos los mismos!...

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